martes, 10 de noviembre de 2009

Soy heredera del huapango

Soy heredera del huapango
de la lluvia de lagartijas.
Nací en el son del viento que llora la plata
entre empedradas y cerros.
Mi voz
falsete
guitarra barroca
sueños bordados al cuello y a los pies.
Me arrullaba el pespunteo
en noches frías que abrían conejos
Agua miel
flor de campo
nostalgias de un pastor y cantos rojos
pintados de octosílabos que hablan
de manos curtidas por el sol
polvo de minas y atlantes anónimos.

miércoles, 24 de junio de 2009

Anispensario

Este es un anispensario negro,
de tan enfermo,
de tan parco.
Me duele el pecho.
Uno de esos días,
uno de esos
momentos
en que se alborotan las entrañas y los gritos.
Uno de esos.

lunes, 22 de junio de 2009

Se abre, en el cielo

Se abre, en el cielo,
esta ciudad que inunda,
este caminar de pasos en la orilla,
esta dádiva limpia de caramelos y arrullos.
Se abre, en el cielo,
esta ciudad que inunda,
que desquebraja, que aglutina,
que desparrama hasta el hastío del perro
que se va
a otra habitación
a mirar las aspas.
Se abre, en el aire,
esta humedad deprisa,
este anhelo brillante de moldura
que se queda en ascuas y amenaza,
rutilante,
hacia el paso de abril.

Minas

No se recuerdo su nombre, ni su cara.
No recuerdo tampoco cómo llegué a esta historia.
Ella salía por las mañanas, muy temprano, y se detenía a cada momento para averiguar a qué jugaban los niños, a unirse a su juego, a preparar guisos extraños en tazas y platos diminutos y a correr y a recolectar las historias de los ancianos.
Le gustaban las arañas y las mariposas.
Y las arañas y las mariposas la encontraban bella.
Y su risa golpeteaba por las calles.
Y cada día, acudía a aquel cerro para caminar y observar a los animales y a las plantas.
A sentir al Viento.
Cerca de allí, por aquella calle, se encontraba su casa.
Y sucedió que un día, ella miró los pies rasgados de los niños. Y miró aquellos campos calvos. Y miró las pieles empedradas de los viejos. Y las casas grandes y los grandes jardines.
Y, cuando calles y magueyes se azularon, ella acudió al cerro para caminar, pero con lágrimas.
A sentir al Viento.
Y el Viento se recogió y fue hacia ella.
Y le llenó de tierra los ojos para que riera.
Y le inquietó a sus rizos para que bailara.
Se hizo pequeño el Viento, diminuto, temeroso de erizar el cuerpo de la joven.
Y llegó hasta sus ojos.
Pero ella no rió, ni bailó.
Ella seguía con lágrimas.
Y llegó la noche.
La muchacha seguía llorando y el Viento tenía que marcharse.
El Viento tuvo una idea: le pidió a la Luna que, ya que ella estaría ahí toda la noche, acompañara a la joven hasta el siguiente día.
Hasta su vuelta.
Y así sucedió.
El Viento se marchó y la Luna preguntó a la muchacha el motivo de su llanto y su tristeza.
Y la muchacha habló.
La Tierra atrajo dos lágrimas y, escudriñando la humedad de sus adentros, decidió intervenir.
Había algo que ella podía hacer para cubrirles los pies a los niños, para llenar de flores a lo campos, para mojar las grietas de los viejos.
Y allá, al fondo, las casas grandes y los grandes jardines.
Y ella se filtró a la Tierra.
Y el Sol se abrió paso entre las piedras.
Y el Viento regresó.
Pero ella ya no estaba.
Y el Viento recorrió calles y busco a la bella muchacha.
Pero ella ya no estaba.
Y el Viento giró en las calles, visitó las minas, se escurrió por San Francisco.
Y ella ya no estaba.
Y la Luna encontró al Viento arrastrándose por las calles, abrumado.
Entonces la Luna decidió contarle.
Y rugió el Viento, desposeído.
Enloqueció.
Y el Viento recorrió calles y busco a la bella muchacha, removió arbustos y copas de los árboles, arrancó faldas y quebró portones.
Y ella ya no estaba.
Y el Viento rodó en las calles, se arrastró a las minas, se arrojó a los cerros.
Y no estaba.
Y nació la plata.
Y todavía el Viento sigue buscándola.
La busca.
La busca en los pétalos de los rehiletes.
En los cabellos.
Entre las telas de las faldas.
Bajo las mesas cubiertas de manteles.
Y se recogió y va.
Y viene y va.
Y llena de tierra los ojos.
Ríe.
Baila.
Se hace pequeño el Viento, diminuto, temeroso de erizar los cuerpos.
Y se introduce por las aberturas de las ventanas que hay en las casas.
Revuela los papeles y las cartas.
Y ruge.
Y golpetea por los barrios altos.
Y, a veces, apenas si mueve las cosas.
Y gime.
Hasta que, cansado, después de días, lo vence el sueño.
Pero sufre de insomnio, el pobre.
El que ya no recuerda su nombre ni su cara.
El que ya no recuerda tampoco cómo llegó a esta historia.
El que salía por las mañanas, muy temprano, y se detenía a cada momento para averiguar a qué jugaban los niños, a unirse a su juego, a revolver guisos extraños en tazas y platos diminutos.
A correr y a recolectar las historias de los ancianos.

martes, 28 de abril de 2009

Consulta ciudadana

Otra vez está abierta la convocatoria para Jóvenes Creadores.
La pregunta es: ¿debo participar en el género de poesía o en el género de cuento?
Esta es mi duda existencial ahora.

viernes, 20 de marzo de 2009

Nude

No lo sé. Yo hubiera disfrutado el concierto tocaran lo que tocaran. De regreso a Monterrey, en la camioneta, escuchamos todos sus discos. Y sí, lo que hubieran tocado lo habría disfrutado mucho. Reviví la emoción con las rolas que tocaron y me imaginé las que faltaron, reviví los gritos, el llanto y mi hermano y mi hombre se sonreían de mí y de mis aplausos a un Radiohead que seguramente ya estaba en un avión. Me hubiera gustado mucho ir a ambos conciertos, aunque en el primero estuviera en las últimas filas.
15 Step
y There There y yo todavía no creía que estaba ahí. Y ya habían pasado dos rolas y yo sentía que eran dos segundos. The National Anthem, oh sí, tenían que tocarla. Hipnotizada, no podía escuchar más que ese bajeo que incluso yo puedo tocar pero ah, ah, qué gusto. You're all I need, les canté en voz muy baja para no dejar de escucharlos. Me aferraba a los visores para aislarme de todo el mundo y sólo verlos a ellos, y sólo escucharlos a ellos. Me encantó que tocaran Karma Police porque fue esa rola con la que los conocí; se quedó días y días en mi cabeza y supe quién era Radiohead y, a partir de ahí, los seguí. Mi hermano compró el Kid A pero tuvimos que retomar el paso desde el Pablo Honey al The Bends y el Ok Computer y, ah, entonces sí, ahora el Kid A, y wow, wow, wow.
Nude
me llenó los ojos de lágrimas... Al borde del llanto y con una emoción muy extraña que llevó mis manos a apretar mis mejillas, recordé las escenas de aquellas fans de los Beatles. Y las entendí. Y sentí en la piel las rolas que componen In Rainbows y, si antes Kid A era mi favorito, ahora había competencia. Pero You and Whose Army? y cómo decidirse si todos los discos son buenos, si me gusta toda su música. Y luego, ah, qué bella es Jigsaw Falling Into Place, sí, qué buen disco sacaron. Idioteque y otra vez poseída, poseída y Climbing Up The Walls y el llanto. Dios, qué cosas he vivido con ellos. Y llegó Exit Music (For a Film) y ahí venía el orgasmo y... Al suelo. Al suelo. ¿Qué había ocurrido?
Un temor húmedo y agudo entró a mi estómago, íbamos tan bien. La extrañé, sí, y una parte de mí ya no pudo disfrutar Bodysnatchers como se merecía. En fin, que mi ternura al verlos tocar regresó con How to Disappear Completely y me enloqueció otra vez Paranoid Android. La verdad yo no habría podido recordar el set list completo, no sé cómo le hacen todos los que lo suben en internet. Yo no sentía las canciones, se pasaban tan rápido, todo era tan fugaz. Yo sólo gritaba entre cada rola y de cuando en cuando se escapaba otro gritillo y alguna lágrima. Everything In Its Right Place, sublime, gracias por tocarla. Like Spinning Plates sin duda se escucha mejor en su versión en vivo. Entonces me mantuve atenta a la espera de I might be wrong o de Where I end and you began, tenían que tocarlas, por favor que las toquen y, de pronto: Creep.
Qué loco, no manches. Pues sí: era Creep. Antes de ir al concierto supuse que no la tocarían y que por mí estaba bien así, total, ni que fuera de las mejores. Luego mi hermano me hizo notar que como sea estaría loco escuchar a todo el foro sol cantando. Y me quedé escuchando a la multitud. Y sí, era chido escuchar cantar a todo el foro sol y ser parte de ese momento. Fue doblemente chido ver a Greenwood con ese singular gesto antes de empezar el coro. Ése era el primer Radiohead y yo estaba ahí para verlos en vivo. Yo estaba ahí. Y dirán lo que sea ellos y sus seguidores, pero ese rasgueo de Greenwood me parece ya un presagio de lo que vendría después, de lo mucho que me gusta el Kid A y lo que son ahora con In Rainbows. Y total, pues qué importa, si estamos aquí y los estamos escuchando y no sabía qué tan fan era hasta que conocí las lágrimas que se tiran en un concierto.
Pero dejaron de tocar y yo quería más. No podía creer que ya había terminado todo, que estuvieran prendiendo las luces. Y, suspirando y empujada por mi hombre, bajé las escaleras y salí. Pero no podía ser, ¿por qué tocaron tan poco? Y ahora descubro que no, que me cumplieron, que tocaron las 25 prometidas. Y pues sí, me faltaron varias. De cualquier forma me hubiesen faltado varias, pues el concierto y ese regreso escuchando cada una de sus rolas me descubrieron cuánto me gustan, cuánto lo disfruté, cuánto los extraño, cuan feliz me hace haber estado ahí y haberlos visto y escuchado tocar.

miércoles, 25 de febrero de 2009

A mis lentes

Por aquello del recuerdo.
Llegó la inundación y tuve que dejarlos en mi cama.
Y abrí los ojos.
Y agua.
Más agua.
Y un beso.
No había pasos sin ustedes.
No había saltos.
No había.
Sólo ustedes.
Incluso, por las noches, dormían junto a mi almohada.
Dos aros que se mezclaban con la noche.
Dos aros que se encendían por la mañana.
No podía ser de otra manera.
No.
No pasos sin ustedes.
No saltos.
No.
No concebía cómo llegaban algunos niños y: Olvidé mis lentes.
Ni entendía con qué facilidad los descuidaban y los traían llenos de marcas y rayones.
Hasta ahora.
En que un rayo me dibujó formas, profundidades y detalles. Pero aun así los traía conmigo a todas partes.
Hasta hoy. En que un bebé los pensó juguetes y ya no están conmigo.
Y los extraño.

miércoles, 18 de febrero de 2009

El otro

Acoso a la mañana.
Me revuelco.
Castañeo los cabellos en la almohada.
En mi almohada.
La cúspide de todo lo irremediablemente uraño.
El estrepitoso margen del rocío.

Ola que escarba las orillas

Ola que escarba las orillas.
Agua de mar.
Gotea.
Surco en la arena.
Espasmo.
Lagrimeo.
Sonido que murmura en la noche.
Bramidos de animal
que van y llegan,
llegan y van.
Coraza.
Lluvia que cae.
Beso pasión de playa.
Ola que escarba las orillas,
agua de mar:
gotea.