martes, 16 de octubre de 2007

Los nombres

I
Te llamé mar,
pero tus límites se hicieron inhóspitos y, siendo ola, me ahogaba.
Te llamé río,
Pero tu juguetona inconstancia me quebró entre rocas
y terminé confusa.
Te llamé arena,
y por buscarte me hice a la orilla hasta secarme.
Pero no bastó.

II
Mar extendido a cuestas
en la marea taciturna y vespertina.
Río sin nombre, escurridizo, que llora a veces.
Arena...
y, por buscarte, me hice a la orilla
hasta secarme.
Pero no basta.

III
Hoy te llamo desierto
(alguna vez fuiste mar, dices)
y te llamo ráfaga,
torbellino, borrasca
(¿cómo llegarías hasta mí?
¿cómo llegaste?).
Pero ninguno basta.

martes, 2 de octubre de 2007

Tardecina

Cuando me quedo así, callada,
y escucho al viento
presiento una luz tardecina y blanca,
unos pasos satisfechos de semana,
un sentarse a esperar que acabe el día,
un murmullo que despide o que invita y saluda,
un recordar que hay algo pendiente, algo que olvido,
o que quiero olvidar.
Y prefiero mirar el vaivén de las hojas
y los pasos cansados
y los no tan cansados,
aquellos que tienen la cualidad de ser ágiles,
aquellos que se antojan desnudos en el pasto.
En momentos así, me siento toda llena
y no me falta nada
ni siquiera la tristeza.