El año pasado fui a la presentación de Orejas de mariposa, de Luisa Aguilar. En él, Mara me contó que sus amigos le decían orejotas; así que llegó un buen día con su madre y le preguntó:
"–Mamá, ¿tú crees que soy una orejotas?
–No, hija. Tienes orejas de mariposa.
–Pero, ¿cómo són las orejas de mariposa?
–Pues son orejas que revolotean sobre la cabeza y pintan de colores las cosas feas."
Enseguida recordé a mi madre, y también me recordé a mí misma. Era lo que en tantas películas y caricaturas conocemos como ratoncitas de biblioteca. Chaparrita y flaca, usaba frenos y unos lentes gruesos y enormes, y era muy pero muy velluda, con bigote incluido. En realidad todavía lo soy pero ahora tengo acceso a ciertos métodos. Pero mi madre y mis hermanos se encargaron de darme la misma lección que la madre de Mara: usaba lentes porque mis ojos eran tan hermosos que necesitaba traerlos en vitrinas; y no es que sea velluda, en realidad soy una Xitlally de peluche portátil.
Así que no lo pensé dos veces y decidí comprar el libro. Le conté esta historia a Luisa mientras le pedía que lo firmara para mi madre. Ella escribió una dedicatoria hermosa en la cual le agradecía por regalarme unas inmensas orejas de mariposa.
Hace un par de horas mi madre me habló por teléfono. Mi madre organiza talleres artísticos en mi pueblo natal. Resúltase que recientemente se integró un niño que no puede caminar y aparentemente es algo cabezón. Mi madre le mostró el libro de Luisa.
Luego de leerlo, el niño alzó la mirada hacia mi madre y le dijo: “No puedo caminar. Pero quizá pueda volar, ¿verdad?” Mi madre le aseguró tal cosa porque, seguramente, esa cabezota es así de grande porque está llena de grandes ideas.
"–Mamá, ¿tú crees que soy una orejotas?
–No, hija. Tienes orejas de mariposa.
–Pero, ¿cómo són las orejas de mariposa?
–Pues son orejas que revolotean sobre la cabeza y pintan de colores las cosas feas."
Enseguida recordé a mi madre, y también me recordé a mí misma. Era lo que en tantas películas y caricaturas conocemos como ratoncitas de biblioteca. Chaparrita y flaca, usaba frenos y unos lentes gruesos y enormes, y era muy pero muy velluda, con bigote incluido. En realidad todavía lo soy pero ahora tengo acceso a ciertos métodos. Pero mi madre y mis hermanos se encargaron de darme la misma lección que la madre de Mara: usaba lentes porque mis ojos eran tan hermosos que necesitaba traerlos en vitrinas; y no es que sea velluda, en realidad soy una Xitlally de peluche portátil.
Así que no lo pensé dos veces y decidí comprar el libro. Le conté esta historia a Luisa mientras le pedía que lo firmara para mi madre. Ella escribió una dedicatoria hermosa en la cual le agradecía por regalarme unas inmensas orejas de mariposa.
Hace un par de horas mi madre me habló por teléfono. Mi madre organiza talleres artísticos en mi pueblo natal. Resúltase que recientemente se integró un niño que no puede caminar y aparentemente es algo cabezón. Mi madre le mostró el libro de Luisa.
Luego de leerlo, el niño alzó la mirada hacia mi madre y le dijo: “No puedo caminar. Pero quizá pueda volar, ¿verdad?” Mi madre le aseguró tal cosa porque, seguramente, esa cabezota es así de grande porque está llena de grandes ideas.