Por aquello del recuerdo.
Llegó la inundación y tuve que dejarlos en mi cama.Y abrí los ojos.
Y agua.
Más agua.
Y un beso.
No había pasos sin ustedes.
No había saltos.
No había.
Sólo ustedes.
Incluso, por las noches, dormían junto a mi almohada.
Dos aros que se mezclaban con la noche.
Dos aros que se encendían por la mañana.
No podía ser de otra manera.
No.
No pasos sin ustedes.
No saltos.
No.
No concebía cómo llegaban algunos niños y: Olvidé mis lentes.
Ni entendía con qué facilidad los descuidaban y los traían llenos de marcas y rayones.
Hasta ahora.
En que un rayo me dibujó formas, profundidades y detalles. Pero aun así los traía conmigo a todas partes.
Hasta hoy. En que un bebé los pensó juguetes y ya no están conmigo.
Y los extraño.