I
Te llamé mar,
pero tus límites se hicieron inhóspitos y, siendo ola, me ahogaba.
Te llamé río,
Pero tu juguetona inconstancia me quebró entre rocas
y terminé confusa.
Te llamé arena,
y por buscarte me hice a la orilla hasta secarme.
Pero no bastó.
II
Mar extendido a cuestas
en la marea taciturna y vespertina.
Río sin nombre, escurridizo, que llora a veces.
Arena...
y, por buscarte, me hice a la orilla
hasta secarme.
Pero no basta.
Hoy te llamo desierto
(alguna vez fuiste mar, dices)
y te llamo ráfaga,
torbellino, borrasca
(¿cómo llegarías hasta mí?
¿cómo llegaste?).
Pero ninguno basta.